Coca de Alba (Salamanca), Ruta Teresiana – agosto 2025

Distancia: 51,15 km | Desnivel acumulado: 577 m | Tiempo: 4 h 19 min

Track: Adif Ávila -Narros del Castillo – El Convento de Duruelo – Mancera de Abajo – Macotera – Tordillos – Coca de Alba – Nava de Sotrobal – Peñaranda de Bracamonte – Adif Ávila.

Álbum de fotos de la ruta: Javier Hernández y colaboraciones.

Agosto 2025. Diez meses después hemos retomado nuestra Ruta Teresiana donde la habíamos dejado. Ha sido una gran satisfacción comprobar lo sencillo que es recorrer estos caminos en “turicleta”.

«La suerte es lo que ocurre cuando la preparación coincide con la oportunidad» (Séneca)

Nos gusta la planificación. De las tres fases de toda ruta, viaje o lo que corresponda —preparación, disfrute y narración— es a la primera a la que más tiempo dedicamos. Una vez elegido el camino a recorrer, fácil en este caso, pues se trataba de continuar lo iniciado el año pasado, nos pasamos parte del tiempo soñando en cómo será esta nueva aventura.

Analizamos cómo transportar las bicicletas hasta el lugar donde dejamos la ruta anterior, ya que iremos en tren hasta Narros del Castillo. Hay que sacar los billetes y cruzar los dedos para que los tres podamos llevar las bicis (¡luego comprobaríamos que sólo pueden viajar tres bicicletas! ¡Uf!).

Elegimos la ropa que vamos a llevar en nuestras mochilas teniendo muy en cuenta el peso, que lo soportarán nuestras espaldas, aunque vayamos con eBikes. Estudiamos el track que otros han diseñado antes para nosotros, pero que debemos instalar en nuestros dispositivos móviles. Y aquí hay tal variedad de posibilidades que incluso hasta eso dificulta un poco la tarea. Unos, preferimos llevar reloj con gps en el manillar de la bici. Otros, son más de utilizar el ciclo computador que recibieron en alguno de sus últimos regalos, aunque los utilicen en pocas ocasiones. También están los que prefieren su GPS de confianza, sin importar que tenga un gran tamaño al estar pensado para llevarlo en una motocicleta.

De cualquier forma, esta es la parte más estresante. Y es que la preparación lleva aparejadas muchas incertidumbres. Qué tiempo hará el día de la ruta. Si el viento nos obligará a llevar chaquetas o cómo protegernos de un imprevisto aguacero. También si llevamos suficiente ropa de cambio para cuando realicemos los cuarenta y seis kilómetros que tenemos programados en nuestros ordenadores de a bordo.

Cómo no mencionar los nervios de los días previos. Ya no digamos nada sobre la noche anterior, que uno ve todas las horas impares del reloj temiendo no despertarse a tiempo. Bueno, y también algunas de las horas pares 😉

Consecuencia de llevar muchos años oyendo eso de ¡el tren no espera!

«Organizar da forma al camino; recorrerlo lo convierte en recuerdo».

Ha sido un viaje en tren muy cómodo. Apenas nos hemos dado cuenta de que nuestra parada era la siguiente. Mirábamos por la ventanilla del vagón tratando de descubrir, en los paisajes que veíamos, los caminos que en otras ocasiones habíamos recorrido.

—Por allí fuimos la otra vez con las bicis —dijo alguien con la nariz casi pegada al cristal. —Pues a mí me parece todo nuevo —comenté yo, más preocupado de cómo viajaban las bicis, semiatadas en la zona en la que las aparcamos, que en otras cosas.

Los vagones disponen de un espacio pequeño para colocar las bicis casi en vertical, unidas a la pared por la rueda delantera con una especie de gancho. El problema es que ese diseño se hizo cuando apenas había bicicletas eléctricas. Y mucho menos se pensó en ruedas tan anchas como las que equipan las nuestras, con lo que no es posible utilizar esos puntos de anclaje.

De cualquier forma, solo al bajarnos del tren, en el apeadero de Narros de Castillo, fue cuando nos dimos cuenta que nuestra aventura estaba a punto de comenzar.

Atrás quedaron los días de planificación. Se esfumaron las preocupaciones de la noche anterior sobre mil problemas y que ninguno de ellos mostró su aspecto. Lo recuerda una y otra vez Marían Rojas Estapé en sus conferencias hablando de su libro «Cómo hacer que te pasen cosas buenas». Pero una cosa es contarlo con la experiencia que da ser una experta psiquiatra y otra muy distinta ser un… (póngase aquí lo que cada uno quiera).

Todo listo. Pedales en movimiento. Ruedas acariciando gravillas y asfaltos por los que nunca antes habían rodado. Ahora sí ha comenzado la segunda parte de nuestro viaje.

Vamos acumulando kilómetros navegando por los amplios caminos por los que discurre esta Ruta Teresiana. No somos (o no soy) mucho de misticismos, pero hay que reconocer que no puedes evadirte de la historia que atesoran estos lugares.

Por todas las localidades que cruzamos, Narros del Castillo, Mancera de Abajo, Macotera… y por supuesto el Convento de Duruelo, las iglesias y monumentos nos recordaban el porqué del nombre de esta bonita ruta. Cómo no dejarte influir por los siglos de historia que atesoran estos caminos donde forjaron sus vidas Teresa y Juan de la Cruz.

Igual que cuando nos detuvimos a comer el bocadillo en la Fuente del Oro en Mancera de Abajo, donde vecinos y peregrinos hacen una parada obligatoria para beber de su agua. Su existencia se había perdido de la memoria colectiva durante largos años. Afortunadamente, la información proporcionada por uno de los vecinos de más edad de la población, que recordaba su emplazamiento, permitió su localización.

Y llegamos a Macotera, tierra natal de mi padre y de la que tantas cosas nos contaba a todos los hermanos. Ese era otro gran aliciente para llegar hasta aquí en bicicleta, con una excelente compañía y el esfuerzo de nuestras piernas. Por supuesto que supimos recompensarnos con una cerveza fresquita —la mía 0.o ¿eh?— y un pincho de tortilla en el bar Garden, en la mismísima Plaza Mayor. ¡A ver quién pedalea ahora después de esta parada!

Continuará…