
<<Torneo de XXXX, del 22 al 28 de octubre.Plazo para inscribirte hasta el día 19 de octubre en las instalaciones del centro deportivo XXxxxxxxx. Premios: Paletilla, Lomo y Queso. Pack de bienvenida y regalos. 10 euros por pareja. ¿Te lo vas a perder?>>
Tengo que reconocer que no soy deportista. Y mucho menos deportista de competición, pero el cartel que llegó a mi cuenta de correo era tan embaucador que me hizo reflexionar.
Quizás haya llegado la hora de demostrarme a mí mismo que, aunque fuera por primera vez, podría enfrentarme a un reto ocio-deportivo ¿Por qué no?.
En el chat de whatsapp lanzo el mensaje de que busco pareja para jugar el torneo, más bien por ver qué opinaba el resto de miembros de un alocado grupo de amigos que difícilmente organizaría algo en la misma dirección a la primera.
— ¡Chicos! que si alguien quiere embutido para merendar durante un mes, que me lo diga por aquí (por el chat).
Vaya, el anuncio debió de ser bueno porque antes de un minuto, el que sería finalmente mi pareja de juego contestó con un ¿te valgo yo?. Alma cándida, si supiera lo contento que me he puesto al tener, primero, respuesta; segundo, compañero; y tercero, un jugador más experimentado que yo en estas lides. ¡Verás como la armo (como siempre) y le tengo que invitar a merendar en mi casa todos los fines de semana por incumplimiento de promesa.
— ¿Que si me vales tú? ¡Pero hombre, si eres la persona que estaba buscando!-
Comienzan los nervios a invadirme todo el cuerpo y todavía no nos hemos inscrito. Y lo que es peor, nunca hemos jugado juntos para ver qué tal nos acoplaríamos en esta disciplina nueva para mí.
Pues dicho y hecho. Una vez formada la pareja decidimos utilizar el chat privado para dar rienda suelta a nuestros sueños y evitar de paso las mofas del resto del grupo, que son muy picajosos. Importante, tenemos que hacernos una camiseta con nuestros nombres bien grande en la espalda y en el pecho el logotipo que identifique nuestro recién nacido club.
— ¡Vamos, que podemos! – Escribe mi compañero en el chat para darme ánimos, sin saber que con ésto aumenta mi carga de responsabilidad por la magnitud de la empresa que vamos a iniciar.
Tengo que decir que las reglas de este juego son sencillas: sólo hay que conseguir que falle el contrario. Como se juega en instalaciones cubiertas, el clima de octubre no debería ser un obstáculo, que no me gusta pasar frío. Así es que, sólo tengo que interiorizar que el rival juega peor que nosotros y así llegar al preciado porcino-vobino trofeo.
Primer día de competición
Está claro que La Organización del torneo tiene una dilatada experiencia en la dirección de este y otros tipos de eventos deportivos. Una vez realizada la inscripción no hay día que no te llegue un correo indicándote los días que faltan para el comienzo del mismo, las parejas que ya están inscritas, las categorías que componen la competición, las bases que regirán la competición, la… la…. la…. y más la…la…la….
Veamos, estoy apuntado con un compañero que domina todo esto pero yo ni jota. Menos mal que me lo va aclarando poco a poco: estoy en el nivel Principiante (bien), el cuadro lo formamos en total 16 parejas (también bien) y comenzamos hoy a las once de la noche en la pista exterior número cinco.
–¡Eh, eh! ¿Qué está pasando aquí? ¿No eran pistas cubiertas?
«Diccionario RAE: cubierta. (www.rae.es) – (De cubierto). – 7. f. Arq. Parte exterior de la techumbre de un edificio».
Pues efectivamente, la pista número cinco está en la calle pero tiene techo. Nada que pueda reclamar. Lo único, esperar a que llueva mucho y que nos cambien la pista por una de las de interior, más calentitas, que soy muy friolero. ¡Vamos, equipo!
Consulto el cuadro, ¡ay el cuadro! Seguro que algún miembro de La Organización es de Humanidades o de Informática y ha elegido el diagrama de flujo más complicado para enfrentarnos a los participantes. No lo entiendo ni con un tutorial.
— Ahora sólo concéntrate en el partido de hoy– me tranquiliza mi compi a la vez que me recomienda que sólo piense en ganar. Que si perdemos ya me explicará cómo entender el «mapa del metro» que han dibujado para los cruces entre jugadores.
Tengo una relación pactada con el tiempo y el reloj: si él no me agobia yo seré puntual. Quizás el nombre y el avatar de este blog sea un tributo a Cronos como parte del pacto. Salgo del trabajo a las siete y cuarto. Llego a casa y me subo al dormitorio a reflexionar. Me conecto los auriculares de mi iPod y pongo la música clásica que tantas veces me ha relajado. Todos los grandes deportistas, cuando los entrevistan, en su declaraciones siempre mencionan su iPod y su música preferida, sin aclarar cuál es. Pues yo trato de emularlos y hago lo mismo, que para eso me he apuntado a una competición ¡no te digo!
La alarma suena a las ocho y cinco, como estaba programada, y comienzo el ritual preparatorio: me zampo un bocata con un vasito de vino y gaseosa y finalizo con un vasito de colacao y un par de galletas. Es lo que hubiese hecho después del partido, pero a las horas que juego… ¡madre mía, a las once de la noche!
He llegado a las instalaciones. ¡Qué maravilla! Los vestuarios es una de las cosas que más echo de menos en los centros deportivos. Quiero decir los buenos vestuarios. Durante mi época de estudiante todos los vestuarios de los pabellones deportivos a los que íbamos con los juegos escolares eran iguales: monocromáticos, alicatados con baldosines blancos hasta el techo, taquillas grises metálicas y con un frío que se te quitaban las ganas de estar allí. Ni te cuento lo de la ducha con agua fría después del partido.
Éste es cálido, forrado con innumerables armarios de madera con cierre de llave magnética, piso de gres marrón y duchas ultramodernas con mandos térmicos con mamparas de cristal. ¡No veo la hora de terminar el partido para darme un homenaje!
–¿Pero…? ¿qué veo…? ¡No puede ser! ¡Si tienen SPA!– sí, sí, lo estoy viendo, con su vaso de chorros de agua, jacuzzi, baño turco, sauna finlandesa, duchas de agua relajante y de olores, tumbonas de gresite calefactadas… Comienzo a trazar un plan algo antideportivo: salgo al terreno de juego, comienzo el partido, finjo que me lesiono y me vengo al vestuario a amortizar la inscripción (que no se entere nadie).
–Toma, nuestra camiseta y el pantalón– ha llegado mi socio con la equipación que estrenaremos en unos momentos. –Vámonos a calentar un poco– le sigo emocionado con mi nuevo traje de jugador ¡con mi nombre en la espalda!
Subimos una escaleras y aparecemos en un gimnasio al que no le falta de nada. Nos adentramos en la sala de musculación y elegimos dos bicicletas estáticas para calentar el tren inferior durante unos minutos.
–¡El tren inferior! y yo sin saber que también tenía locomotoras en mi cuerpo. Este torneo me va a gustar. Lo presiento.
Después de las bicicletas pasamos por una cuantas máquinas ultramodernas que no sé ni cómo subirme en ellas. Bueno, en algunas me tuvieron que decir que me bajara, que el ejercicio se hacía de pie, jajaja. La que más me gustó fue una en la que te tumbabas como en una camilla y con una palaca te izaban las piernas hasta formar casi noventa grados con el tren superior. Sí, sí, que también tengo maquinaria arriba.
Ha llegado la hora. Nos avisan por megafonía citando nuestros nombres, el de nuestros rivales (se supone que también son aprendices comos nosotros) y la zona donde tenemos que presentarnos.
En un par de minutos estamos ante la mesa del juez árbitro, quien nos presenta a nuestros oponente, nos recuerda las bases mínimas, nos entrega las bolsas de bienvenida con los obsequios y nos acompaña hasta nuestra pista. Me siento como si hubiese ido al cine, con las palomitas y la bebida de la mano siguiendo al acomodador hasta mi butaca.
— Gracias, sois muy amables– le digo al organizador una vez que nos ha dejado en la zona de juego.
Es la hora «h». He llegado hasta aquí y ahora tengo que comenzar a jugar olvidando cualquier aspecto que ocurra fuera del campo. Es difícil porque este torneo debe ser de los más importantes a juzgar por la cantidad de participantes masculinos y femeninos que se han apuntado y están deambulando por las instalaciones. Y por el numeroso público que se ha acercado para ver las habilidades de los jugadores. De los buenos, claro, porque los principiantes lo que haremos será entretenerles con nuestras cabriolas.
Comienza la contienda. Cada pareja de jugadores ocupa su lugar en el campo. Suerte a los participantes. ¡Alea jacta est!
Y nos dejas así? Ganasteis???
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Marta, gracias por participar.
Tendrás que esperar a la segunda parte para descubrirlo.
Un abrazo.
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